Una de las características más horribles de ir haciéndose adulto es que se empieza a hacer cosas de adulto. Y una de las cosas más horribles que hacen los adultos es encontrarse a viejos amigos y familiares en eventos sociales como bautizos, bodas y funerales con el comentario de "solo nos vemos en éstos días".
La semana pasada, en uno de esos actos sociales, noté que alguien me tocaba el hombro izquierdo y al darme la vuelta sufrí una instantánea regresión a una época de mi vida que creía completamente olvidada.
- Pero bueno, tú has hecho un pacto con el diablo ¿verdad? - Le pregunté a mi viejísimo amigo Terry, que presentaba exactamente el mismo aspecto que tenía hace 20 años.
- Tú tampoco has cambiado mucho - me respondió él amablemente.
Y siguió una de esas conversaciones al uso entre dos adultos cuyo recuerdo mutuo es el de un adolescente lleno de granos y al que conoce por nombre y dos apellidos a pesar de no haber sabido nada de él en un par de décadas.
- Oye, el sabado hay una cena entre varios de los de la cuadrilla de entonces ¿quieres venir?
- Pues claro que sí - y es que... ¡¡a ver quién es el machito capaz de negarse a una invitación semejante!!
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Aquella noche, antes de reunirme con mis antiguos amigos tenía un poco de miedo. Miedo de no volver a conectar, miedo de no reconocer en los hombres de hoy a los chicos de ayer, miedo de que mi propio desapego del mundo me hiciera un completo extraño. Pero no, allí estaban, fácilmente identificables a pesar de los años.
Lo pasé francamente bien, con la sensación de estar entre viejos amigos y, a la vez, entre gente nueva. No todos habían permanecido tan estáticos como Terry y yo, claro, Algunos ya lucían canas y calvas pero eran inconfundibles. Se me hizo raro pensar que cada uno tiene su colección de historias, esposas, hijos, divorcios, triunfos, carreras, fortunas, desgracias...etc. Había tanto de que hablar en tan poco tiempo que era mejor no decir nada y limitarse a disfrutar del momento mirando a los ojos del tiempo conquistado por una breve noche.
Como siempre hacen los adultos, nos despedimos con un cálido abrazo y un sincero deseo de volver a vernos. Y yo me preguntaba, en la madrugada del domingo, camino de mi casa en un tren despoblado: ¿lograremos esquivar la adultez en esta ocasión y REALMENTE volver a vernos?
I don't usually look at the past, I'm really not the nostalgic type indeed. My lazy personality prevents me of making any extra effort added to the basic needs (these condensed needs are, basically: what to eat, where to sleep, who borrow some money to). But even such a flat individual like me, can be emotionally touched sometimes by unexpected events.
Last week, I was attending one of those social meetings that adult people appareantly love when a small pressure by a hand on my shoulder made me turn around.
- Terry!! - I yelled - Have you made any Devil's deal?
- Hi German - my very old pal answered - You look the same too.
There he was, exactly the same looking as he was the last time I saw him twenty years ago, more or less. So we started the kind of chatting between two people who first met in the childhood and the last recall about each other is a teenager's face full of acne.
- Hey, next saturday some friends from those days will meet for a dinner. Would you like to join us?
- Of course yes.
Had I got any other option?
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That night, in my way to the meeting point I was a bit afraid. Cannot tell what sort of fear it was: may be there would be not the same connection, perhaps I wouldn't recognize my yesterday friends behind the today men, or simple I've been a lonely wolf for so much time that I would have become a complete stranger between other strangers. Anyway, the nasty feeling vanished at the first sight, there they were, exactly the same way I remembered.
I enjoyed that night a lot. I felt like being with old friends and, at the same time, with recent ones. Well, not all of them had been so lucky like Terry or me in the physical aspect. Some rounded paunches, gray hairs (or even absolute abscence of hair) told us about the passing years. It was, also, somehow strange to know that everyone had his own stories: weddings, children, divorces, careers, fortunes and not so fortunes.. etc. There was so many things to talk about that I finally preferred to just shut up and easily enjoy the heat of the moment looking at the eyes of the recovered time by one night.
Once the dinner was finished, we followed our respective own ways after a big hug and a sincere wish of meeting again. And, while I traveled to my home sitted in a train at dawn, I wondered: are we such an adults like we pretend? will we actually be able to meet again?